lunes, 11 de julio de 2011

Olla a vapor

Hoy simplemente no pude seguir durmiendo. Llevo varias horas despierto, y es que la desesperación, la tristeza, la rabia, la decepción, tantos sentimientos, tantos pensamientos no me dejan dormir. Mi conciencia no puede más, y en este momento de aflicción, donde la frustración se convierte en inquietud, a lo único que puedo recurrir es escribir, en este mundo de ciegos y sordos, de tuertos y cojos, rodeado de personas que no miran ni escuchan más allá de su metro cuadrado, lo único que me queda es dialogar conmigo mismo.

Son alrededor de las 8:30 de la mañana, y llevo ya varias horas sin dormir. Es sábado 03 de junio del año 2011, vivo en Viña del Mar, Chile, América del Sur. Quizás como siempre, quizás como nunca, hoy el país esta revuelto, vive tiempos tormentosos, lleno de disputas, diferencias, violencias y agresiones, donde cada sujeto trata de sobrevivir, quizás cada uno demasiado enfocado en salvarse, que al final nos encontramos en que “si no ocurre en mi cuadra, no me interesa”, estamos presos de un individualismo, que lo único que logra es desunirnos, alejarnos y sentirnos aún más vulnerables ante el otro.

Los grandes temas (los que yo conozco) que se encuentran en la palestra nacional: Hidroaysén, Karadima, la eterna lucha por la educación, Kodama, las semillas vendidas a Monsanto, y muchos temas que en este momento se me escapan.

A mí personalmente, me llega mucho el tema de Hidroaysén, como todos los temas medioambientales, por lo que en ese sentido, a la vista de muchos debo ser tildado de ambientalista, a pesar de que no pertenezco a ninguna organización medioambientalista o ecologista, creo ser simplemente un ciudadano más con especial preocupación por estos temas. Obviamente Hidroaysén es sólo un ícono, quizás la vedette de la lucha ambientalista, debido a las gigantescas proporciones que ha tomado el movimiento. En este sentido, no sólo preocupa Hidroaysén, sino también Castilla, Barrancones, Pascua Lama, Isla Riesco, Puchuncaví-Quintero, Iquique, Arica, Tocopilla, como el árbol que quieren cortar porque tapa la vista, como la caza de ballenas, el descuero vivo de animales para adquirir su piel, el brutal y desgarrador maltrato a los cuales son sometidos los animales en la producción industrial, las aberraciones que cometen con los animales como objetos de laboratorio, el abuso de los animales como entretenimiento; las patadas, insultos, escupitajos, miradas de desprecio de las que son víctimas los animales, sobretodo perros, que son tirados a las calles y se han visto desprovisto de un hogar, o de un ambiente natural que los acoja, y seguiría un larguísimo etc.

Para alivianar la presión de mi conciencia, me quiero referir a dos puntos, con respecto a la vedette, con respecto a Hidroaysén. Pero quiero ir más allá de los aspectos técnicos, políticos y económicos de los cuales se ha hablado tanto. Quiero referirme un poco a lo que hay detrás de cada palabra, de cada opinión, de cada llanto, de cada grito.

Primero.

Hasta cuando el ser humano va a seguir adelante con su pensamiento basura, con su pensamiento y convicción de que por el hecho de ser humano, tiene derecho por sobre todas las otras especies y sobre la naturaleza en todo su conjunto. Derecho a destruir, manipular, controlar, explotar su medio, medio que les corresponde a todos los seres vivos que habitamos en este planeta. Por si muchas personas no saben o no se han dado cuenta, en el planeta tierra existen muchas más especies que una sola. ¡El ser humano, el animal humano, es uno más de todo el conjunto de seres vivos que habitan este planeta! No por el hecho de ser más evolucionados (en mí parecer por el hecho de tener razón no lo somos, basta con ver todo lo que hemos hecho a lo largo de la historia para darnos cuenta que somos lo menos evolucionado, adaptativo que existe) tenemos un derecho innato a abusar y utilizar los recursos naturales a destajo, muchas veces ni siquiera por real necesidad, como lo haría cualquier otro animal, sino por simplemente funcionar en un sistema de explotación y producción abusivo, en una lógica de mercado, donde todo se convierte en un producto para ser consumido y desechado. He escuchado a ciertas personas decir que hemos recibido una especie de don divino que nos da derecho a desarrollarnos y consigo causar todas estas atrocidades que se cometen a diario. Patético. ¡Basta ya de ese narcisismo especista! Todos los seres vivos valemos lo mismo (Valor, otra palabra emblema de este sistema de destrucción). Ningún ser está por encima de otro. Todos pertenecemos al mismo planeta, todos habitamos el mismo lugar, y por lo mismo todos debemos vivir en armonía. El ser humano es un animal, es parte de la naturaleza. Basta de esa oposición estúpida y sin sentido, de los humanos por un lado y en la contraparte la naturaleza, lista para ser explotada, destruida, abusada, para ser dominada. ¡El ser humano es naturaleza! Cómo tan poca conciencia, cómo tan egocéntricos, cómo tan ignorantes y desconectados con nuestro ser, con nuestro mundo y los que nos rodean. ¡Basta de mirarnos el ombligo! Un perro, una mosca, una planta, un elefante, un jurel, un molusco, son seres vivos igual que cualquier ser humano y por lo tanto, ¡tienen el mismo derecho a la vida y al respeto como todos nosotros! No más abusos contra aquellos que no tienen voz para ser escuchados, contra aquellos que no tienen cómo defenderse ante esta monstruosidad llamada especie humana. Es inadmisible que la gente siga creyendo que los peces no son animales, ¿¡qué clase de pensamiento es ese!?

Todos los seres vivos, sean animales o plantas merecen el mismo respeto y consideración, el mismo derecho a la vida. Somos parte de un todo, ¿no somos conscientes que lo que le pase a este planeta y sus seres, es lo que nos va a pasar a nosotros mismos? Si deforestan todos los bosques, ¿qué oxígeno vamos a respirar? Lo siento para todos aquellos ilusos, pero yo aun no veo en los supermercados botellas de oxígeno para poder respirar. Tenemos el mismo destino que los árboles, si ellos desaparecen, nosotros desaparecemos. ¿Acaso la burbuja en la que vivimos no nos hace darnos cuenta de esto tan simple y tan obvio?

Claro tenemos la facultad y el deber de desarrollarnos, pero claro, ¿de qué desarrollo estamos hablando? ¿De un desarrollo en cifras, en números, no se han dado cuenta que el número es una abstracción? No se pueden ver, ni oler, ni tocar, ni comer. ¿Hasta qué punto este desarrollo se traduce en una mejor calidad de vida? Sin un mundo donde vivir, difícilmente seremos desarrollados. Y me pregunto ¿qué precio vamos a pagar por esta obsesión del desarrollo?

No podemos ser más ingenuos, y tenemos que entrar en contacto con la naturaleza, y volver a ser parte de ella, interactuar con y dentro de la naturaleza, y no contra ella. Debemos volver a sentir, sentirnos parte de este mundo, sentirnos hermanos del ser que tengo a mi lado, sentirme uno solo con el pasto que estoy pisando, uno solo con el río del cual estoy bebiendo, uno solo con el aire que estoy respirando, uno solo con el fruto que estoy comiendo, uno solo con el perro al cual le hago y me hace cariño, uno solo con el viento. Uno solo con el mundo, con la madre tierra.

Si no tomamos conciencia de nada de esto, lo único que nos espera es el fin de todo, el fin de todo lo que alguna vez tuvo vida.

Segundo.

Y ahora yo me pregunto ¿por qué el movimiento por Hidroaysén ha sido tan grande, potente y masivo?

Creo que los que salen a las calles, los que llenan las redes sociales, no son todos medioambientalistas ni ecologistas, como mencionan los medios, sino la mayoría son ciudadanos como cada uno de nosotros.

Pero lo que pasa es que la gente está cansada de abusos, de injusticias, de destrucción y muerte, del sacrificio de muchos por el beneficio de unos pocos. Porque se ha dado cuenta, de que el gobierno no es del pueblo, para el pueblo, ni por el pueblo. Simplemente la clase política hace lo que quiere y el beneficio de la gente es lo último que se toma en cuenta. La gente está cansada de la corrupción y del abuso. Está cansada de que su voz y su opinión no sea escuchada, ni tomada en cuenta. Está cansada de una democracia ilusoria. Está cansada de que el lucro es lo que prima es todas las ocasiones. Ya no aguanta ser despojada de todo lo que le pertenece, tierras, agua, semillas; cosas básicas para la supervivencia de todo ser vivo. Está cansada de que ningún derecho básico sea respetado. Está cansada de que nuestro país se esté vendiendo, y nadie vea ningún beneficio concreto. Está cansada de que la vida haya perdido todo sentido, y de que esté pauteada desde nuestro nacimiento a nuestra muerte. Está cansada de que se haya perdido todo respeto, toda consideración por el otro. Está cansada de un mundo basado en un consumismo irracional, que nos llena las manos pero nos deja cada vez más vacío interiormente. Está cansada del individualismo y la competencia, ya no quiere pelear y competir con el del lado, ya no lo quiere ver como un eventual enemigo, sino como un amigo, con quien compartir, jugar y disfrutar. Está cansada de valores sociales fuera de toda lógica. Cansada de una televisión que cada minuto nos agobia y estresa; y nos recuerda lo gordo y feos que estamos, las bacterias que no hemos eliminado, el auto y las joyas que no hemos comprado para alcanzar el estatus que merecemos; en definitiva de una televisión que nos hace sentirnos mal con nosotros mismos y con quienes nos rodean, que en definitiva contamina nuestras conciencia y moldea nuestra subjetividad acorde a lo que el sistema mercantil requiere.

La gente está cansada, agobiada y no aguanta más; y mientras las cosas no cambien, seguirá saliendo a las calles a demostrar su descontento con el mundo y con la vida, porque si hay unos pocos (y cada vez más) que están teniendo conciencia de que el mundo y la vida están en crisis.

Ya ha pasado varias horas que llevo sin dormir, pero luego de este desahogo mi consciencia está un poco más tranquila. Pero estoy seguro, que pronto surgirá nuevamente esa desesperación por una vida y un mundo que se acaba poco a poco, y que ve muy lejanamente un mundo mejor.

Hay momentos me da asco y vergüenza pertenecer a esta especie, pienso que el ser humano es lo peor que le pudo pasar a este mundo, que la evolución cumplió su sentencia de muerte dejándonos existir. El animal humano ha perdido toda nobleza y todo respeto; y muchas veces he pensado que el ser humano debería extinguirse y dejar tranquilo este mundo que tanto mal le ha hecho.

En otros momentos me siento con fuerzas y energías para seguir luchando para hacer de este mundo un mundo mejor. Al ver un cachorro jugando con un bebé, al ver una madre alimentando con su pecho a su hijo, al ver una pareja amándose, al ver a la abeja polinizando la flor, al ver al pequeño pichón lanzarse por primera vez al aire, al ver a delfín saltando y acompañando en su viaje a esos mismos que los matan despiadadamente, al ver tanto amor y hermosura en la naturaleza, me dan ganas para seguir adelante, para seguir luchando, y tratar de que con mi voz y mis actos darle voz y representación a todos aquellos inocentes que no pueden decir basta, que no pueden decir un no, que no pueden reclamar sus derechos, que tan sólo pueden huir atemorizados, o dar un grito de dolor y una mirada de tristeza y desesperación cuando aquel ser erguido en dos pies tiñe su cuerpo con sangre y apaga la luz de su vida.

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