lunes, 18 de agosto de 2008

El Alien

Siempre me he sentido distinto, diferente al resto, pero nunca había podido expresarlo de una buena manera, porque diciendo lo anterior, caigo en una obviedad, es decir, todos somos distintos, por lo que no digo nada nuevo.
Pero hoy día volvió a mí una palabra que la había olvidado, la cual podría acercarse bastante a lo que siento con respecto a mí y el resto de la humanidad.
Alienado, así podría ser como me siento frente al resto de la población, puede sonar fuerte pero no lo tomo así.

Esto no es nada nuevo, nunca me he caracterizado por ser una persona demasiado social y la introversión ha sido una de mis más marcadas características. Hubo un tiempo en que casi se podría decir que tuve agorafobia (o llegué a estar cerca de eso), es decir fobia a los espacios públicos y las grandes aglomeraciones de gente. En esa época no podía ir por ejemplo a una playa popular, sólo la idea me hacía sentir mal y con una gran ansiedad, y cuando tenía que hacerlo, lo pasaba muy mal. Mi temor de encontrarme con alguien era terrible, aunque también el sólo hecho de estar en un lugar de grandes multitudes me disgustaba. Aunque lo primero era lo más atroz para mí, por lo que no creo que haya padecido agorafobia, sino algo distinto. Lo bueno es que con el tiempo pasó, pero aún quedan cenizas de esa etapa en mi personalidad, lo cual es lógico.

Hace un tiempo, acudí a una de estas reuniones, donde se junta gran cantidad de gente, supuestamente a pasarlo bien, y si es con alteración de la conciencia aun mejor, lo cual es lo común hoy en día. Al final de cuentas me encontré en lo que se conoce como "carrete". Yo no tengo nada contra eso, sólo que ese tipo de carrete no es de los que más me acomodan. Los carretes masivos no me gustan, prefiero los con menor cantidad de gente y más íntimos, donde se puede entablar una conversación con contenido, y no como en las discos o eventos de ese tipo, donde se dan las típicas conversaciones, del tanto tiempo, del cómo te ha ido, y que escuchas la mitad por el ruido y sería, y después haces lo mismo con cada persona que te cruzas. Para mí eso no tiene gracia, lo siento amigos pero es como me parece a mí. Bueno siguiendo con esto, ese día no aguante mucho y tempranamente tuve que escapar de ahí, el alivio de salir fue grande.
Ese día eso sí, no estuvo perdido. Antes pude disfrutar de la compañía de mis amigos y poder encontrarme en una de las "formas de carrete" que me agradan.

Nunca he tenido muchos amigos, quizás cuando más chico si estuve rodeado de varios que, más bien que amigos, eran compañeros de juego, varios de los cuales se transformaron en amigos, otros quedaron en la memoria episódica, como amigos de infancia o como yo digo, compañeros de juego.
Quizás cuando chico, siempre quise tener hartos amigos, creía que eso era lo correcto, lo sano y lo que hacía feliz, y el tener pocos o ninguno todo lo contrario. Creencia impuesta por los adultos, tías, abuelas, etcétera, que te preguntaban si es que tenías hartos amigos y si les respondías con un sí, te felicitaban y todo eso. Y como uno cuando niño se cree todo lo que le dicen y eres una esponja, donde absorbes gran cantidad de información y reteniéndola, quedas con la creencia absurda de que el tener hartos amigos es lo natural, lo bueno y lo feliz. Prueba de ello es de la importancia que se le daba cuando yo estaba en el colegio a la añorada popularidad, creo que esa palabra deja claro lo que quiero expresar. No sé si en estos tiempos será igual en los colegios entorno a ese tema y la importancia de la popularidad. (Como si hubiera pasado tanto tiempo desde que salí del colegio xD)

Soy una persona solitaria, muchas veces evito al resto del mundo y los momentos de soledad los disfruto, pero obviamente todo con su cierto equilibrio, también necesito del contacto de otra gente, especialmente la gente que tiene valor para mí. Esto mismo creo que tengo que reforzar, últimamente quizás he caído un poco en el extremo, aunque no sólo haya sido porque quisiera, sino porque ciertas cosas me han obligado un poco a ello, aunque no me he quejado. Pero bueno, tengo que reforzar esto y siempre es bueno tener amigos y gente con la cual pasar gratos momentos, no por conveniencia para un futuro incierto, sino para alimentar el alma y el espíritu con buenos momentos, y poder aprovechar y disfrutar lo que el resto me puede entregar.


miércoles, 13 de agosto de 2008

Los últimos momentos

El final había llegado. Me pregunto cuántas personas en los milenios anteriores habrán pensado quién sería el último. Muchos habrán pensado, meditado o imaginado este momento, pero por su suerte sólo llegaron a eso, no como yo, que desgraciadamente me toca vivirlo.

Pero bueno, ya nada más puedo hacer, tengo asumir el precio por todas las cosas cometidas por mi especie, injusto, pero ¿cuando alguna vez hubo justicia?. Si eso que en tantos discursos y sermones se utilizó realmente existiera, no habríamos llegado a esto.

El escenario era terroríficamente maravilloso, un espectáculo inigualable, y que a pesar de lo triste que representa, se puede ver en su máxima extensión la belleza de la destrucción y el caos.

Fuego, tierra, rocas, rayos, todo desplegando su furia y tratando de imponerse sobre el resto, y yo un mísero humano en medio de semejante lucha de poder y destrucción. Cada vez quedaba menos para mi despedida, pero a pesar de eso, me sentía tranquilo, quizás la tranquilidad de saber que hice lo posible por mejorar la situación,pero que a pesar de mis esfuerzos, cuando empecé la lucha ya estaba perdida, simplemente milenios de atropellamientos y ofensas a la naturaleza, no se pueden arreglar en unos pocos años de vida.

Aún veo algunos de los pocos cuerpos de los últimos seres que me acompañaron en estos últimos momentos, sus almas tienen la suerte de estar ya descansando, pero yo tengo la dicha de presenciar el último de los espectáculos ofrecidos en el escenario de la tierra.

El cielo, negro y rojo, furioso lanzando rayos y rocas, contra la hermosa cara que alguna vez tuvo nuestro planeta. El ruido ensordecedor me anuncia que ya está acabando todo esto, y por mi mente aparecen imágenes de lo que alguna vez mi esperanza ilusionó a mi alma. Un carruaje tirado de blancos caballos alados descendiendo del cielo, viene a buscarme, el último de los seres vivos en la Tierra, para llevarme a un lugar mejor y poder sobrevivir la especie. Un meteorito que cae estruendosamente a pocos kilómetros míos, me despierta de mi fantasía y recuerdo que esas cosas maravillosas y de finales felices sólo ocurren en los cuentos de hadas.

Muchas veces pensé que llegado este momento entraría en la desesperación total, y me imaginaba lo horrible que sería, pero para mi sorpresa una tranquilidad me envuelve. Quizás porque esto era inevitable, aunque estoy seguro que alguna vez esto se pudo por lo menos prolongar por mucho tiempo más, pero ya está, la estúpida inteligencia del ser humano nos llevó a esto y pobres seres inocentes en todo esto, tuvieron que pagar por la imprudencia de nosotros.

Desde el principio de los tiempos se habló sobre el fin, sobre este preciso momento, sobre cómo Dios nos anunciaba el termino de nuestra existencia, el famoso apocalipsis, pero sólo hablaban puras porquerías, si se hubieran dado cuenta que todo esto iba a ser producto de ellos mismos, se tragarían todas sus palabras.

Sólo me queda esperar a que llegue mi hora, mientras tanto seguiré viendo el magnifico show que hemos preparado, la destrucción y el caos en su máximo esplendor, me gustaría que estuvieran aquí todos esos hijos de puta que quisieron fomentar la maldad y el terror en todos nosotros, verles las caras de aterrorizados y mostrarles lo que su estupidez e "inteligencia" provocó.
Pero bueno, nada más queda por hacer.
Veo en el cielo que un meteorito gigante se dirige hacia mi lugar, por fin ya todo terminó, nada más se pudo hacer, no habrá perdón para nosotros, y justamente la madre tierra nos castiga eliminándonos de su superficie.

Una luz cegadora aparece sobre mí, ¿viene Dios a salvarme?
No, es sólo el meteorito que está a metros de mí.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Una carrera de vida y muerte

Iba corriendo, cada vez quedaba menos. En esos momentos se venía a la mente las imágenes de los viajes que hacía con mis abuelos y mis familiares, y por la típica impaciencia de la niñez, le preguntaba cuánto quedaba para llegar a mi abuelo y él en su tono burlón me decía: ¡Menos que antes!.

Pero esta vez, no había lugar para bromas, tenía una misión y debía cumplirla. Son esos momentos donde tu vida adquiere valor, pero no el valor normal que te da el vivir, sino el valor del triunfo y la trascendencia, porque a veces el destino de muchas personas depende sólo de una, y en este caso de mí.

¿Qué pasaría si no lo logro? No, eso no puede ni siquiera aparecer por mi cabeza, porqué sé que lo lograré. ¿Y si no?

El alba estaba surgiendo y tras los cerros de la cordillera, empezaba a iluminar el sol. Mis piernas cansadas y mis pies lastimados por las pequeñas piedrecillas que tenía la arena, hacían más difícil mi carrera, pero el agua fría del mar opacaba un poco la molestia. Estaba acostumbrado, allá lejos en mi hogar, las playas eran paraísos dorados y templados, donde al sumergirse bajo las espumosas olas, podías sentir uno de los grandes elixir de la naturaleza.

Una gran ola a mi derecha me sacó de mis pensamientos y me recordó que el mar hoy estaba enojado, pero yo sabía que no era conmigo, sino con los malditos traidores, corrompidos por el poder y el dinero, que estaban a mi caza.

Iba llegando al final de la playa, donde un acantilado se interponía en el camino de la blanca arena y del mío. No podía quedarme ahí, si no me movía sería capturado y la muerte vendría en mi búsqueda. Atrás del gran acantilado se encontraba la ciudad y el castillo, estaba tan cerca pero a la vez más lejos de poder lograrlo. No lo pensé más, apurado además porque ya escuchaba a los tiranos que iban tras mis pasos, y me lancé al mar.

Corrí contra las olas que con su furia me botaban pero estaba decidido a hacerlo, y yo nacido en una tierra con hermosas playas, no podía caer rendido. Una ola inmensa apareció entre todas para abatirme, pero me zambullí a sus pies dejando que su furia pasara sobre mí. Los bandidos que en su duda también se lanzaron al agua, fueron abatidos por la gran ola, siendo arrastrados y machacados contra el fondo, estrellando sus cuerpos contra las rocas. Yo ya bien dentro estaba más tranquilo, debido a que las olas me hacían levantar y bajar a su paso, pero su furia se desataba en la playa.

Seguí nadando y empecé a pasar por la punta del acantilado, lo orille asegurándome de mantener distancia para que ninguna ola me estrellará contra él y se acabase todo. Una vez que lo dejé atrás me sorprendí por la calma de las aguas que había al otro lado, por lo que mi salida no fue complicada, dejándome arrastrar al ritmo de las olas. Una vez de vuelta en la playa, pude ver la gran fortaleza, y comencé a correr a sus puertas. Antes miré en mi pequeña bolsa si aún mantenía su contenido, y me tranquilizó ver que todo estaba en su lugar.

Por fin estaba llegando al final de mi viaje, estaba llegando a las puertas de la ciudad que estaban cerradas y se veía que estaban dentro de la ciudad en posición de batalla, esperando algún ataque, me alegré con saber de que llegaba a tiempo. Me encontré delante de la puerta, pero esta no se abría. Llamé con fuerza para que me abrieran, pero luego entendí el motivo de porqué se mantenían cerradas, atrás mío se encontraba el resto de los traidores que no fueron abatidos por la olas, y que con sus caballos rodearon el acantilado por tierra adentro. Con todo lo que me demoré nadando tuvieron tiempo suficiente para darme alcance, se bajó uno de los capitanes que se encontraban a caballo y blandiendo su espada se abalanzó sobre mí, yo en mi desesperación me di vuelta y empecé a golpear con todas mis fuerzas la puerta y gritando por favor que la abran y me dejen entrar, en ese momento sentí el frío metal atravesar mi cuerpo y pude ver la punta de la espada que salía por mi pecho. Caí de rodillas, había cumplido mi misión, había llegado con el tesoro de los secretos. Mientras aún mi cuerpo se mantenía con vida pude ver la lluvia de flechas que fueron lanzadas desde las murallas, matando a todos los perseguidores incluyendo a mi asesino. Caí al suelo rendido, y con mi último suspiro pude ver como abrían las puertas para ir a buscar su tesoro.



lunes, 4 de agosto de 2008

Una muestra más

Otra muestra de la bajeza humana. Claramente la única especie que comete esto actos con fines injustificados, ojalá algún día la humanidad se de cuenta de lo que hace y se respete la vida y la naturaleza, no sé cómo lo llegaremos a lograr algún día, porque como vamos, no veo buenos tiempos.
Esto no es nada nuevo pero encontré este vídeo y quise ponerle en este espacio, quizás a alguien le llegue.




Pledge to go fur-free at PETA.org.




PD: Ojalá las viejas cuicas y las que no que les gusté comprarse weas de pieles, se den cuenta de que sólo son parte de que estos actos se sigan cometiendo.