jueves, 17 de marzo de 2011

Pasado el mediodía

Me tomo un momento pasado el mediodía y me siento en una banca a observar. Veo el ritmo agitado del día, la ciudad en constante movimiento.
Los bultos que hace un momento se movían a mi alrededor retoman la apariencia de personas, humanos de carne y hueso, con pensamientos y emociones.
Como hormigas se mueven sin parar, de un lado a otro. ¿Adonde se dirigirán? ¿Qué es lo que los hace moverse de un lado a otro? ¿Cuál es la energía que los impulsa?

Pasan como inertes unos al lado de otros, como obstáculos más que como personas, cada cual con su historia, sus alegrías y penas propias. ¿Cuántas historias habrán tras cada rostro inexpresivo?
¿Cuántas historias habrán entre las paredes de cada edificio o cada casa? Cuantas cosas que nunca sabremos, cuantos pedazos de historia olvidados para siempre. Simplemente por ser vividos por gente común y corriente, insignificante dirían algunos. No como los denominados famosos, ¡esos si que importan! Imágenes construidas para saciar el vacío interior en cada uno de los televidentes, para que vivan a través de otros las grandes historias, grandes aventuras que en sus vidas les es imposible llevar a cabo. Eso sólo pasa en la televisión.

Personas caminan riendo, otras sentadas solas en una banca sufren su dolor, invisibles para el resto. Felicidad, tristeza, amor, odio, vida y muerte.

De repente las personas comienzan a difuminarse y vuelven a convertirse en objetos andantes.
Se me hace tarde. Me levanto y sigo caminando.