Sentado sobre la roca fría en
medio de la noche, acompañado por el canto del bosque sumido en penumbras, miro
el cielo preguntándome qué será de ese ser que alguna vez cruzó su camino con
el mío. Me acompañó en la senda de la vida durante un tiempo, que se podría
decir que fue muy poco tiempo, casi insignificante, un grano de arena del reloj
de arena que marca nuestra vida. Pero la brevedad no es sinónimo de
irrelevancia, sino por el contrario, esos momentos junto a ese ser definieron y
me marcaron para siempre. Como una estela que me rodea y que media todo
contacto con el mundo externo, tu presencia ha cambiado mi manera de
relacionarme con el mundo. ¿Qué será de ti? ¿Cuántas vidas habrás
revolucionado? ¿A cuántos les habrás dejado tu marca de fuego? ¿Qué será de ti
precioso ser? ¿Seguirás vivo o habrás vuelto a formar parte de las entrañas de
la madre tierra? Sea lo que sea, espero que tu vida te haya traído dicha, que
lo que buscabas con tanto ahínco y determinación siga inspirándote y dándote un
propósito y un sentido para esta vida.
Bajo el cielo estrellado te
recuerdo y te evoco junto a mí, y cada estrella fugaz que me ilumina es un
saludo desde la distancia, porque sé que en este momento, desde otra parte de
la faz de este mundo, te encuentras sobre el suelo frío y húmedo mirando el
cielo, como lo hiciste junto a mí tantas veces en esa primavera de hace unos
años, cuando nuestros caminos eran uno solo, y nuestros pasos caminaban juntos.
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