domingo, 22 de noviembre de 2009

Te espero

- ¡Alicia, te amo! En este tiempo que estaré sin ti, me sentiré vació, incompleto, extraño.
- Tranquilo amor, ya verás cómo el tiempo va a pasar volando. Son sólo dos meses. Nadie se ha muerto por separarse dos meses.
- Bueno mi amor. Entonces te esperaré ese día. Te voy a echar mucho de menos. Te amo mucho.
- Yo también te amo mucho. Y tranquilo, cuando llegue todo volverá a estar bien.
- Adiós amorcito.
- Adiós lindo.

Se besaron y se separaron.
Para Víctor era todo muy difícil. La vida no lo había tratado bien y justo cuando había encontrado alguien en quien confiar, alguien a quien amar y alguien por quien ser amado, tenía que separarse de ella.
Debido a sus experiencias pasadas, no confiaba en la gente, ni siquiera en su propia madre, por lo que para él todo era muy difícil. Pero Alicia sabía de todo eso, y no pensaba al despedirse en defraudarlo, era un gran hombre y mejor aún persona.

Pasaron los días y Víctor sufría, pero pensar en Alicia lo tranquilizaba y esperaba ansioso que llegará ella.

Pasó el tiempo y el día llegó. Víctor no podía estar más feliz, ansioso y un poco nervioso fue a la estación a esperar a Alicia. Un ramo de flores y una carta bajo el abrigo lo acompañaban y la espectación era cada vez mayor mientras pasaban los minutos.
Muchos trenes llegaban, gente iba y venía, pero aún no era la hora de Alicia. Ya se imaginaba su linda cara acercándose, su hermosa sonrisa y las ganas con las que la abrazaría y la besaría.
Quería que el tiempo volará, pero sentía todo lo contrario, los segundos parecían horas y los minutos, días.

Por fin llegó la hora, el tren se acercaba y la bocina anunciaba a todos su llegada. Víctor se estremecía, su pierna inquieta revelaba su nerviosismo pero también su infantil alegría. Suavemente el tren terminó su recorrido, y tranquilamente la gente empezó a descender. Caras felices, risas, abrazos y besos, era el ambiente de la emoción, del amor y del reencuentro. Víctor no soportaba más. Poco a poco el tren se fue quedando vacío y Víctor se imaginaba lo peor. Finalmente todos los pasajeros bajaron y una última muchacha descendió. Víctor al verla se alivió, pero sólo momentáneamente, ya que al bajar fue en su encuentro su novio. Ya nadie más quedaba, tan sólo Víctor con su ramo de flores y la carta. El mismo ramo de flores que se vio flotando río abajo, kilómetros al sur del puente de la ciudad.