viernes, 7 de enero de 2011

Una noche en un bosque

Todo está oscuro. No hay luna llena que ilumine la noche, ni estrellas que guíen mi camino. Las copas de los inmensos árboles bloquean cualquier último indicio de luz que pudiera iluminar algo. Completa oscuridad.

Todo está en silencio. El bosque se halla dormido. No hay grillos que con su cantar me rodeen, ni lobos que a lo lejos con su aullido me paren los pelos. Ni viento que agite las ramas con su sonido cautivante. Ni siquiera se hace presente el frío de la noche, para que como último sonido posible, mis dientes castañeteen. Nada. Tan sólo un completo silencio.

Sentado en este tronco, hundido en lo más profundo del bosque, perdido en la nada, sin ningún estímulo que me altere, me adentro en mí. Un viaje complejo, quizás más tétrico y peligroso que cualquiera que pudiera efectuar en el mundo exterior. Aún así, logro esquivar todos esos pensamientos tortuosos, complejos, que con tan sólo un momento que se hagan presentes en mi consciencia estaría perdido. Llego donde quería llegar.

Me encuentro con su imagen, nítida pero borrosa al mismo tiempo, esa sensación de saber qué tengo delante, pero no poder enfocarme en ningún detalle. Tan lejos y tan cerca al mismo tiempo. Y al pensar en esto, un miedo me invade, un terror que me desespera. ¿Y si poco a poco su recuerdo se va desvaneciendo? ¿La olvidaré por completo algún día? ¿Llegará un momento en que no pueda recordar su cara?

Quizás su recuerdo se debilite, ya no recuerde su cuerpo, su rostro, su pelo, incluso su nombre. Pero la llama en mi corazón nunca se extinguirá - las cicatrices quedan por siempre - la sensación de felicidad que ella me dio alguna vez seguirán presentes. Porque a pesar de que ella ya no exista más, al amor no le interesa, él es ciego y sordo, tan sólo se alimenta de sensaciones y emociones. Ya no importa si está muerta o viva, el amor, mi amor, trasciende todo eso. Yo la amé, yo la amo, y nada más importa.

De repente, despierto asustado. Una luz me llega directo a los ojos. Me muevo y veo el haz de luz que escurridizamente se desliza entre las ramas de los árboles. El sol está saliendo. Ya amanece y otro día comienza.

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