martes, 6 de octubre de 2009

La injusticia del tiempo

Caíste del cielo sumido en una impenetrable oscuridad, tu ser se antepuso ante mis ojos cansados y distraídos. A la mayoría de los de mi especie, un ser como tú no habría despertado ni la mínima atención, pero peculiarmente, en mí produjiste una extraña curiosidad.

Te observé durante algunos momentos, estabas quieto bajo la luz de mi lámpara de mesa. Había visto muchos como tú, pero algo especial me producías. No te movías, no hacías nada, se podría decir que eras aburrido, monótono, uno más de tantos, pero aún así no podía apartar la mirada de tu ser.

Seguí contemplándote solamente, admirándote quizás, observando detenidamente tu extraña forma, tus rasgos comunes pero a la vez tan complejos y perfectos. Tu color dorado brillaba bajo la luz, te hacía lucir hermoso. La belleza de la vida se traducía en un ser tan pequeño y delicado, tan humilde e invisible en cualquier día cotidiano. Te transformaste en mi vida, en mi instante, en mi pensamiento y en mi realidad, nada más existía, sólo tú y yo.

Tu excesiva quietud, tu inmovilidad no la pude soportar, necesitaba ver tu belleza en un nivel más allá, necesitaba verte actuar. Quería admirar ahora, tus movimientos, tu vuelo, tu danza.

Sabía que era arriesgado, pero tenía que hacerlo, necesitaba hacerlo, necesitaba admirarte en todo tu esplendor. Esta sensación fue superior, porque sabía que te podía perder para siempre o para mi felicidad, admirarte como yo quería. Escaparías de mí o dejarías que te siga contemplando. Sin pensarlo más, estiré mi mano y te toqué.

Miedo sentí antes y durante te tocaba, pero mi miedo era sin sentido, no tenías motivos para escapar, estábamos conectados desde mucho antes, cada uno existía solamente para el otro. Aleje mi mano rápidamente luego de sentir tu cuerpo y pude observar tus movimientos, pero terminé desconcertado, no era lo que esperaba.

Esperaba movimientos hermosos, armoniosos, una danza como nunca se había visto, pero sólo obtuve brusquedad, desesperación, terror. Luego, la quietud nuevamente. Te toqué una vez más, esperando esta vez no salir decepcionado, esperando belleza, armonía, felicidad. Dolor, sufrimiento, miedo y desesperanza encontré, no lo entendía.

Me acerqué lo más que pude, te miré fijamente bajo la luz de la lámpara y al ver tu rostro lo comprendí todo. La sorpresa y el dolor se unieron para cubrir todo mi ser. Nuestras vidas se cruzaron, pero no para compartir la felicidad y la belleza de la vida. La tristeza fue compartida y discutí con el tiempo por tan injusta decisión. Hubiera querido conocerte antes amigo, poder disfrutar de tu compañía y belleza mucho más, conocer tus vivencias y aprender de ellas y de ti. Mantener largas conversaciones a la luz de la luna o de una simple lámpara de mesa.

Ahora amigo, estoy aquí a tu lado, viendo como tu tiempo se agota, como tu vida se escapa poco a poco. Lamento las circunstancias, hubiera querido otro final, pero te prometo que tu recuerdo vivirá siempre en mí, estarás vivo en mí. Tu tiempo terrenal se acaba, pero tu vida se prolonga conmigo. Trascenderás, vencerás a la muerte.

Mi querido amigo, sé fuerte, yo te estoy acompañando, el tiempo ya se acaba.

1 comentario:

skarlet dijo...

me emocionaste!!!!
me sorprende tu capacidad de sorpresa, creo que el maravillarse de las pequeñas cosas, nos permite ser mas humildes, nos permite crecer como personas y a valorar nuestro entorno y quienes nos rodean....