lunes, 30 de marzo de 2009

El fin hasta el principio

Estaba sentado dentro de una pequeña burbuja verde. Se elevaba calmadamente, como flotando en un espacio infinito, pero sabía que tenía una meta fija. No podía ver casi nada para el exterior, tan sólo una oscuridad interrumpida a veces por pequeños puntitos de luz.

Llevaba años así, encerrado en esa burbuja que no se molestaba en acelerar su paso, tan tranquila siempre que llegaba a desesperar. Pero yo me acostumbré, la tranquilidad de la burbuja me invadía y pasaba largas horas meditando, en contacto con mi yo más profundo. Me conocí muy bien, y para no aburrirme conversaba largas horas conmigo mismo, y siempre hablábamos sobre cosas nuevas, siempre el plato era un plato nuevo que degustar.

La burbuja comenzó a acelerar el ritmo de ascenso y ha girar levemente. Me indicaba que el final se acercaba, que los largos años de espera y de viaje estaban llegando a su final y por fin sabría para que había sido todo esto. Pude sentir mi pulso acelerarse y mis manos que comenzaban a humedecerse por el tenue nerviosismo que empezaba a recorrer mi cuerpo. Las ansias y la expectación se mezclaban y mi cuerpo reaccionaba como nunca antes en la vida lo había hecho.

Un ruido ensordecedor empezó a salir del espacio oscuro y la burbuja se hinchó hasta que explotó. En ese momento logré ver por unos segundos la verdad, miré todo lo que me rodeaba, y ahora sé la verdad de todo el largo viaje. Pocos fueron los segundos que pude observar la verdad y enseguida comencé a caer. Una caída eterna, pasando por todos los lugares por los que había pasado dentro de mi burbuja. Ahora veía con más claridad lo que dentro de la burbuja veía apenas como siluetas. Pero la velocidad que alcancé hacía cada vez más difícil poder ver los detalles de los paisajes que veía.

Y ahora, así seguiré, cayendo y cayendo hasta que alguna nueva burbuja me atrape y empiece conmigo el lento ascenso otra vez.

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