Al
despertar sabes que será un largo día, la opresión en el pecho, ese peso, esos
sentimientos y sensaciones que has tratado de ignorar por tanto tiempo están
buscando una forma de salir, una vía de escape, un punto de fuga, porque
mientras más los ignoras más te van carcomiendo por dentro. Pero ese pequeño
placer auto lacerante los mantiene en la oscuridad, fuera de la luz de la
conciencia. Pero más que placer, lo que impide que salga todas esas energías
reprimidas es el miedo, el miedo a que sean tan horribles que con un pequeño
soplido destruyan, desmoronen toda la edificación que estás intentando hacer de
tu vida. Porque sabes que esa edificación nace de la resistencia, del pequeño
hálito de vida, de la ingenua esperanza de encontrar al bello, hermoso, amoroso
en la vida. Porque sabes que existe, porque lo has vivido, has conocido el
amor, has contemplado la belleza. Y ahí ella se presenta frente a ti, como un
fantasma invocando tus peores miedos y pesadillas. Encarna lo amado, lo bello,
lo hermoso, lo deseado y emerge lo horrible de tu debilidad, de tu podredumbre,
de tu oscuridad, de tu odio a ti mismo. Puedes ver nuevamente, atrás de ti, tus
alas rotas, carcomidas por los miedos y las inseguridades, enflaquecidas y sin
plumas, sangrantes por las eternas luchas de impedir la caída. Recuerdas cómo
ella estaba ahí contigo, al borde del abismo intentando rescatarte, elevarte,
impedir tu caída. Pero llevabas mucho tiempo cayendo, lenta y tortuosamente, y
podías ver su rostro horrorizado, que por más fuerzas y energía que ella hacía
por parar tu caída, por salvarte, contemplabas como ella caía contigo, podías
ver sus lágrimas, su sufrimiento y eso te destruía aún más, las energías de tus
alas en vez de intentar subir, se volvían contra ti, porque el odio hacia ti
aumentaba, porque no soportabas ver como algo tan amoroso y bello caía en los
abismos gracias a ti, como sus alas sangraban al no soportar tanta carga, como
tus garras le desgarraban la carne para no caerte. Sabías que la estabas
destruyendo, ambos lo sabían, pero miraban hacia arriba, apreciaban esos
tiempos en que eran jóvenes ingenuos, llenos de ilusión, con miedo entregándose
al otro y encontrando un ser que era especial y atractivo, nada parecido a lo
antes visto. “Me gusta ser contigo”. La lucha se extendía, por la añoranza de
volver a aquellos tiempos, pero seguían cayendo, lenta, silenciosa y
tortuosamente, ya ambos no querían seguir con esto, el sufrimiento era mucho, y
ambos ya pensaban en soltarse mutuamente, porque ambos estaban siendo
aniquilados. Así, después de muchos intentos, finalmente te decidiste a dejarla,
no arrastrarla más a las profundidades, no destruir, no apagar la escasa luz
que aún quedaba en ella y así dejaron de ser juntos, la oscuridad se hizo tan
densa que ya no vieron y ahora en tu caída solitaria, sólo esperas que a sus
alas le haya quedado fuerza suficiente para sobreponerse y que empiece a volar,
ya no caer, que vuele hacia la luz, la belleza que siempre has amado en ella.
Sientes las alas atrás tuyo, siempre su peso, su carne muerta, pero también
puedes ver las cicatrices, aquellas heridas, aquellos dolores ya curados. No
sabes qué te espera, no sabes si alguna vez sus vidas se cruzarán nuevamente.
Pero sigues de pie en la lucha de la vida, el hálito de vida sigue presente en
ti, sigues buscando la estrella que ilumine tu camino, que te guíe a través de
las profundidades. Tienes que aprender a soportarte a ti mismo, porque la
soledad te abruma y crees que es tu destino inevitable, porque más odias más
destruir y dañar a otro ser, que la soledad misma, con la soledad sólo te
destruyes a ti mismo. Aprende a soportarla, a convivir con ella. Pero ¿qué
sentido tiene vivir una vida solo? Han pasado apenas unos minutos, al parecer
será un largo día.
Hace 6 años.